Tras
disfrutar de los encantos y sensaciones de la ciudad de Cusco, nuestra próxima
meta era visitar Machu Picchu.
Este
enclave se encuentra en la ciudad de Aguas Caliente, situada a unos noventa Km.
de Cusco. El viaje, largo por la dificultad del terreno, pero de una belleza
impresionante, transcurrió por
el valle
regado por el río Urubamba. Río de feroces rápidos y de caudal abundantísimo, que
nos permitía atravesar el valle sagrado
y nos mostraba, cuando entre las elevadas montañas se adentraba,
un anticipo de la cercana selva peruana.
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Rio Urubamba camino de Machu Pichu |
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Ollantaytambo (Valle Sagrado) |
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De
esta forma llegamos a Aguas Calientes, pueblo, a orillas del Urubamba y cuya
existencia turística nace del enclave de Machu Picchu. Desde este lugar y
mediante pequeños autobuses, se sube en un pronunciado desnivel a la ciudad
sagrada.
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Subiendo a Machu Pichu |
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Entramos
en el recinto y aún no vislumbrábamos nada de lo que en numerosas fotografías y
postales conocíamos. Pronto, tras unos metros de aproximación, se presentaron
ante nosotros las ruinas de la ciudad sagrada de Machu Picchu.
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La primera imagen |
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Creo
que tal vez no dábamos crédito a lo que la naturaleza y la historia nos
mostraba. No sabemos si es posible plasmar nuestras sensaciones unas líneas. Pero
lo que tampoco supimos en aquellos instantes es si aquello eran unas ruinas o
una obra de arte esculpida en la montaña.
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¿Esculpido en la montaña? |
Desde
el alto mirador pensamos que el inca, moldeado por las montañas que la
protegen, mirando al cielo, estuviera adorando al sol y resguardando el tesoro
que la Pacha Mama había diseñado con esmero y regalado para su existencia.
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Las montañas esconden al inca mirando al sol |
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Recorrimos
completamente el lugar. Atendimos las exhaustivas explicaciones de nuestra
guía, que nos enseñó a comprender la historia. Pero en cada paso que dábamos,
nos quedábamos impresionados por una nueva imagen, distinta y llena de belleza.
El
templo del sol, el templo de la tierra, el del cóndor, la vivienda del inca, la
piedra sagrada, los espejos de agua, las canteras, las terrazas de cultivos,
las casas de los pobladores… y el espíritu de un pueblo. De un pueblo, que
recibía terrenos para trabajarlos y obtener beneficios para todos. De un pueblo
que en el trabajo de sus habitantes lograba su esplendor. Y de un pueblo cuyos
conocimientos de Astronomía, a través de la observación, les permitieron
aprovechar las épocas de cosechas y distribuir su tiempo entre la construcción
de la ciudad, los trabajos de mantenimiento y el aprovechamiento de la tierra.
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Templo de la Pacha Mama |
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Casa del Inca |
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Templo del Condor |
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Espejos de agua |
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Canteras | |
El
tiempo nos parecía poco, no deseábamos salir del recinto, pero el largo
regreso, nos exigía despertar del sueño. Salimos. De nuevo, todo había
desaparecido, lo que durante horas de veloces minutos habíamos admirado, ahora
sólo quedaba en nuestro recuerdo. Para nosotros, todo fue como un instante.
Quizás, para el inca, su existencia en aquel lugar también fue un suspiro.
Bajamos
por el quebrado e inclinado camino, hacia Aguas Calientes. Allí de nuevo el
tren nos iba a devolver a Cusco. La noche había caído, la oscuridad y el
cansancio nos adentraban en la tristeza de la añoranza de un maravilloso
recuerdo. Ya, de nuevo en nuestro soñado nacimiento, la estrella que desde
nuestro hogar nos había guiado hasta aquí, nos indicaba de nuevo Lima.
Íbamos a seguirla, nos había conducido con
mimo y siempre confiá
mos en que nos seguiría iluminando.
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Aguas calientes y autobuses que suben a Machu Pichu |
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Rio Urubamna a su paso por Aguas Calientes |
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