domingo, 24 de febrero de 2013

Arequipa

Tras muchas jornadas en Lima y sus alrededores, nos dispusimos a visitar el Perú andino. Aunque las distancias eran largas,  el autobús y el tren iban a ser nuestros medios de locomoción.
Tomamos en Lima un autobús y nuestro primer destino iba a ser Arequipa. El viaje duró diecisiete horas, atravesando un inmenso desierto que entre arenales, dunas y pronunciados desniveles bordeando el mar, en contadas ocasiones nos enseñaba, valles con vegetación y población. La enorme aridez, nos mostraba un hermoso y desconocido paisaje, que también nos llenaba de cierta tristeza.
Por fin llegamos a Arequipa, Las primeras horas iban a ser de descanso y adaptación a la altura. Arequipa se encuentra a 2400 m sobre el nivel del mal y ya en ella, los efectos del llamado mal de altura, son significativos para ciertas personas. Te, hojas y caramelos de coca, son algunos de los productos que suavizan los efectos de este mal, que se muestra con mareos, dolor de cabeza y dificultad para la respiración.
Descansados y adaptados, nos dispusimos a visitar y conocer la ciudad. Nos encontramos con una villa, muy bonita, con viviendas de escasa altura, calles no muy anchas y preciosos edificios coloniales. El encanto de la ciudad se respiraba atravesando sus plazas y contemplando sus iglesias, pero, su orgullo y su bandera lo descubrimos desde los miradores, que en distintos puntos, dejaban divisar, el rio Chili, que discurre por el valle en el que se asienta la ciudad y sus tres volcanes, símbolos del lugar y donde el misterioso Misty, corona, vigila y atemoriza la vida de los arequipeños.
Valle donde se asienta la ciudad de Arequipa

Rio Chili

Catedral de Arequipa

Plaza de Armas

Catedral desde la plaza de Armas

En días, claros y soleados, el Misty, se puede observar desde diversos puntos de la ciudad, siendo una estampa inigualable, la catedral y a su espalda el volcán con la nieve en su cumbre.
Al día siguiente, con mas tranquilidad y con la amable compañía de Ida (hermana de nuestro cuñado Carlos) y excelente guía y anfitriona, visitamos las zonas mas emblemáticas, entre las que destacamos la plaza de armas y el monasterio de Santa Catalina.
Siempre, nos queda, un rincón para la sorpresa y en esta ocasión fuimos enormemente sorprendidos por la visita al monasterio. Difícilmente se puede explicar y describir, pero descubrimos, una pequeña ciudad de ochenta viviendas, dispuestas en calles y plazas, con nombres de ciudades españolas, pintadas de color añil y ocre. Las casas, habían sido habitadas, por las hijas, con vocación religiosa, de los españoles, que las enviaban a este lugar, donde tenían comodidades y podían, en un ambiente de seguridad, profesar su religiosidad.
Entrada al Monasterio de Santa Catalina

Patio del monasterio

Rincon del monasterio


Lavaderos

Calle Sevilla en el monasterio

Un patio del recinto

Y sus gentes, amables, sencillas, acogedoras. Nos enseñaron, algo. Como en todos los lugares del mundo, la protesta a las injusticias sociales de los políticos, no podía faltar. Aquí, contemplamos una manifestación. El orden y el respeto presidían esta protesta. Las personas, se disponían en tres largas filas, que respetaban sin abandonar. Así caminaban con sus pancartas y sus eslóganes. Observando, aquella situación, solo pude sentir, que las personas de edad, las mas débiles, también aquí eran el blanco, donde gobiernos, sin escrúpulos, incumplía las promesas que en elecciones hacían solo para triunfar. Después el triunfo, les volvía ciegos y volvían la espalda con aquellos que tanto habían dado a su nación y a la humanidad.
Ya tuvimos que abandonar, la ciudad blanca. Las piedras de sillería, despedida de las entrañas de sus volcanes y base de los materiales de construcción de sus casas, le confieren esa blancura y de ahí su nombre.
La ciudad blanca, se iba alejando y bordeando el Misty, pudimos comprender al conquistador que utilizando el quechua, gritó, arequpay para darle nombre a este lugar donde nosotros también hubiéramos querido quedarnos.
El volcan Misty


1 comentario:

  1. Viendo Arequipa a través de tus ojos he sentido la añoranza que ha tenido que tener nuestro cuñado Carlos toda su vida por ese volcán, ese río, ese valle y esa tranquila ciudad...
    Sin él nos habríamos perdido todas estas cosas bonitas y una familia maravillosa.

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