Emprendiendo
una nueva etapa, tras haber partido del puerto de Fort Lauderdale, la tranquila
estancia en el barco y la cómoda serenidad del tiempo frente al mar y el cielo,
me hacen recordar las vivencias de estos días atrás en la bella ciudad de
Miami.
Al
llegar e instalarnos en el apartamento, en la Brickell Av, que iba a ser nuestro hogar en esos días, lo
primero que hicimos fue comunicarnos con
la familia. Empleando los medios que hoy día se nos brindan, pudimos hablar con
nuestros hijos, madre, tata, hermanos y …, y pudimos leer lo que en el tiempo
de la travesía del Atlántico nos habían escrito ellos y nuestros amigos.
Especialmente, la cariñosa carta de Carmen Arenas a la que deseamos abrazar, la
de Andrea dándonos como una bienvenida anticipada y la de nuestros queridos
amigos de la playa, la familia Hurtado.
Pasado
un día para instalarnos y descansar, nos pusimos en contacto con la hermana de
nuestras vecinas, Amalia y Lale de Sevilla.
Gracias
a ella, Lola , a su marido Emilio y a sus hijas Lola, Lucia y Mariana, que nos
brindaron su tiempo para enseñarnos la ciudad, con una dedicación y amabilidad
que siempre agradeceremos.
Nos
llevaron por Miami Beach para enseñarnos la playa y las zonas de más diversión,
así como el gran centro cultural, el monumento a los judíos, pasear por la
Lincoln Road y visitar una de las zonas mas comerciales de la ciudad. Otro día
cenamos con ellos en un restaurante situado en el Hotel Mandarin con una vista
nocturna de ensueño de la bahía de Miami.
Ya
el resto del tiempo de nuestra estancia y con la ayuda de las indicaciones que
nos facilitaron, visitamos los distintos barrios y nos movimos por Miami con
mas soltura y confianza.
Debo
recordar una anécdota que nos dejo impresionados. Un día, en el barrio de Coral
Gable, entramos en un bar a almorzar y por casualidad quedamos ubicados en la
barra, al lado de tres señores que al ver nuestra dificultad para conocer la
carta, se brindaron a ayudarnos. Ello incitó a una pequeña conversación
centrada en nuestros orígenes y de ella conocimos que estos tres señores eran
compañeros de trabajo en NY de nuestra sobrina Carolina.
El
“que pequeño es el mundo” nos hizo recapacitar y pensar mas en las casualidades
y su sentido. Fue una casualidad o era algo que tenía que ocurrir así y para
algo…
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